Resolución Viceministerial N° 200-2020-MTC/03 28/02/20

Una Radio Cristiana que hace obra

“LA FE sin obras está muerta.” (Sant. 2:26) Con estas palabras el discípulo Santiago estimuló a sus compañeros de creencia a probar su fe por obras, por actividad. ¿Cuáles son las obras cristianas apropiadas?

Estas no son obras por las cuales un cristiano pueda “ganarse” la recompensa de vida eterna. Algunas personas del primer siglo que buscaban la vida sí pensaban que esto era posible por medio de observar la ley mosaica. El apóstol cristiano Pablo, sin embargo, corrigió el pensamiento de estas personas. Bajo inspiración escribió: “El hombre no es declarado justo debido a obras de ley, sino únicamente por medio de fe para con Cristo Jesús.” (Gál. 2:16) Las criaturas humanas imperfectas sencillamente no pueden observar la ley de Dios a perfección y, por lo tanto, son expuestas por ella como pecadores que merecen la muerte, no la vida. “Por ley,” dice la Biblia, “es el conocimiento exacto del pecado.” (Rom. 3:20) Por eso, es imposible que uno adquiera una condición aprobada delante de Dios por los propios méritos de uno. Esto solo se puede obtener de la manera que Jehová Dios se ha propuesto, a saber, por medio de fe en Jesucristo como aquel cuyo sacrificio limpia del pecado.

La fe en Jesucristo también exige tener fe en Jehová Dios. El apóstol Pablo escribió: “Si declaras públicamente aquella ‘palabra en tu propia boca,’ que Jesús es Señor, y ejerces fe en tu corazón en que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvado.” (Rom. 10:9) Esta clase de fe es más que simplemente creer que Dios existe. Incluye fe en todas las promesas de Dios como se dan en su Palabra, la Biblia. “Sin fe,” declara Hebreos 11:6, “es imposible agradarle bien, porque el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que viene a ser remunerador de los que le buscan encarecidamente.”

Note que envuelve actividad el tener esta fe. El individuo tiene que ser una persona que esté buscando solícitamente a Dios, que desee amoldarse a sus caminos y voluntad. Ese amoldarse afecta todo aspecto de la vida. La Biblia da esta amonestación: “Hagan todas las cosas para la gloria de Dios.” (1 Cor. 10:31) Por eso, aunque por sus propios esfuerzos nadie puede ganar el derecho a la vida eterna, las obras excelentes son parte esencial del vivir cristiano. Sin evidencia clara de obras cristianas apropiadas, la fe de uno estaría inanimada, muerta.

TRABAJANDO

Por ejemplo, la fe de uno en Dios debe manifestarse en su empleo. El individuo debe estar obrando en armonía con los principios que se dan en la Biblia en cuanto a la relación entre esclavos y amos. Leemos: “Sean obedientes a los que son sus amos en sentido carnal, con temor y temblor en la sinceridad de su corazón, como al Cristo, no a modo de servir al ojo como quienes procuran agradar a los hombres, sino como esclavos de Cristo, haciendo de toda alma la voluntad de Dios. Sean esclavos con buenas inclinaciones, como a Jehová, y no a los hombres.”—Efe. 6:5-7.

¿Qué se exige para prestar atención a este consejo? El cristiano debe respetar a su patrono y hacer lo que se exige de él como si estuviera en el servicio directo de Dios y Cristo. No debe holgazanear, trabajar solo cuando se le esté observando. Por ser industrioso, honrado y concienzudo, el cristiano evitará que caiga oprobio sobre Dios y Cristo. Estará mostrando que su fe en Dios lo ha hecho un mejor trabajador, y así hará más atractivo a los observadores el cristianismo verdadero.

COMO PADRES

El cumplimiento apropiado de las responsabilidades de los padres es también una obra cristiana apropiada. Es la voluntad de Dios que las esposas y madres “amen a sus esposos, amen a sus hijos, sean de juicio sano, castas, trabajadores en casa, buenas, sujetándose a sus propios esposos.” La razón para esto es “para que no se hable injuriosamente de la palabra de Dios.” (Tito 2:4, 5) En las Escrituras se insta a los padres y esposos a hacer lo siguiente: “Que cada uno de ustedes individualmente ame a su esposa así como se ama a sí mismo.” (Efe. 5:33) “No estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová.” (Efe. 6:4) Los hombres y las mujeres que viven como dirige la Palabra de Dios están haciendo obras de fe. Muestran que creen que Dios existe y que lo que él ha trazado como guía en su Palabra es verdaderamente provechoso.

INTERÉS POR EL CONGÉNERE

Además, cuando una persona imita a Dios en sus tratos con sus congéneres en general, está participando en obras cristianas apropiadas. Jehová Dios es bondadoso y generoso hasta para con criaturas humanas ingratas, pues les permite beneficiarse de la luz solar y de la lluvia. (Mat. 5:44, 45) Hasta tomó la iniciativa al colocar el fundamento para que los seres humanos pecaminosos entren en una relación aprobada con él. Esto lo hizo a gran costo para sí mismo, al dar a su Hijo unigénito por el mundo de la humanidad.—Juan 3:16; Tito 3:4-7.

En armonía con lo que Jehová Dios ha hecho, el cristiano debe tratar a otras personas con bondad e interesarse en su bienestar. Eso significa, según el estímulo que da Gálatas 6:10, ‘obrar lo que es bueno para con todos.’ Hasta el grado posible, el devoto siervo de Dios debe estar presto a acudir en ayuda de los que están en verdadera necesidad, mostrar solicitud en suministrar esa ayuda. Sin embargo, su deseo debe ser evitar un despliegue ostentoso, y más bien debe seguir esta recomendación de Jesús: “Cuando hagas dones de misericordia, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tus dones de misericordia sean en secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará.”—Mat. 6:3, 4.

LA OBRA VITAL DE PREDICAR

Una de las mejores maneras de ayudar al congénere de uno es la de impartirle entendimiento acerca de lo que Dios requiere de los que hayan de llegar a ser sus siervos aprobados. De hecho, los cristianos están bajo el mandato de hacer esto. “Vayan,” dijo Jesús, “y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.”—Mat. 28:19, 20.

¿Qué hicieron los cristianos del primer siglo para cumplir este mandato? Aprovecharon la oportunidad de compartir las “buenas nuevas” con sus parientes, conocidos y toda persona con quien trataban. Pero no limitaron su actividad de predicar a personas con las cuales se comunicarían normalmente. Si fuera así, ¿cómo pudiera habérseles acusado de ‘trastornar la tierra habitada’? (Hech. 17:6) Obviamente hubo un esfuerzo celoso, concertado, por ‘llenar a Jerusalén,’ y otras ciudades, de su enseñanza. (Hech. 5:21, 25, 28, 42; 8:4-6; 13:5, 14-16; 14:1; 16:13, 14;17:17-21) Sí, los cristianos primitivos tomaron la iniciativa para llegar al mayor número posible de personas con su mensaje dador de vida.

Muchas veces la predicación pública en las sinagogas y plazas de mercado servía para localizar a las personas que mostraban interés. Cuando estos individuos abrazaban el cristianismo, extendían hospitalidad a los proclamadores del mensaje de Dios. El resultado de esto era un excelente beneficio espiritual para los nuevos creyentes, porque se les continuaba enseñando en sus propios hogares.—Compare con Hechos 16:15, 32-34; 18:6, 7.

La costumbre que existía entonces no les permitía a las mujeres enseñar públicamente en las sinagogas y en los mercados. Sin embargo, puesto que había mujeres creyentes presentes cuando los hombres enseñaban, ellas podían notar a las personas que manifestaban interés. Entonces, en cooperación con sus esposos, participaban en enseñar hasta a hombres. Por ejemplo, cuando Aquila y su esposa Priscila oyeron a Apolos hablar en la sinagoga de Éfeso, “lo tomaron consigo y le expusieron con mayor exactitud el camino de Dios.” (Hech. 18:26) No hay duda de que individualmente estas mujeres creyentes también tomaban la iniciativa de hablar a otras mujeres y suministrarles más información acerca de lo que los hombres habían considerado públicamente.

Mientras a los judíos cristianizados se les permitía hablar en la sinagoga, iban a aquel lugar cada sábado. (Hech. 17:1-4) Esto les permitía predicar las “buenas nuevas” a la entera población judía de alguna aldea o ciudad en particular. Y, al testificar públicamente y con regularidad en los mercados, podían llegar al resto de la población con el vital mensaje cristiano. Debido a esta actividad pública, los mercaderes que viajaban y los visitantes también podían aprender acerca de las “buenas nuevas.” De manera similar, cuando los cristianos viajaban a otros lugares compartían con otros sus creencias. Como resultado de esto, una sola congregación de creyentes podía hacer que la verdad se llegara a conocer extensamente por todo un país.

Note lo que el apóstol Pablo dijo respecto a esto con relación a la congregación de Tesalónica. “Desde vuestra comunidad ha resonado el mensaje del Señor; y no solamente en Macedonia y Grecia; en todas partes vuestra fe en Dios ha corrido de boca en boca, de modo que nosotros no necesitamos hablar para nada; ellos mismos, hablando de nosotros, cuentan qué acogida nos hicisteis, cómo abandonando los ídolos os convertisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero y aguardar la vuelta desde el cielo de su Hijo, al que resucitó de la muerte, de Jesús el que nos libra del castigo que viene.”—1 Tes. 1:8-10Nueva Biblia Española.

“OBRAS” PÚBLICAS HOY

Pero, hoy día, ¿cómo puede una congregación de cristianos verdaderos llegar a ser bien conocida como lo fue la congregación de Tesalónica? Queda claro que hay más envuelto en esto que solo el hablar a parientes, conocidos y otras personas con quienes por casualidad nos comuniquemos. Esto, por supuesto, se debe hacer, y es una manera importante de difundir las “buenas nuevas.” Sin embargo, adicionalmente, como lo hicieron Jesucristo y sus seguidores del primer siglo, los testigos cristianos de Jehová hoy pueden tomar la iniciativa de proclamar el mensaje de Dios a otros. En algunos países todavía se puede efectuar mucha predicación en zonas públicas… plazas y mercados. Sin embargo, hasta en esos lugares la clase de consideración pública que se efectuaba en el primer siglo es casi desconocida. La mayor parte de esa predicación en zonas públicas ahora toma la forma de presentar La Atalaya ¡Despertad! a los que pasan, o de conversaciones con grupos pequeños e individuos. Por lo general no es la manera en que se puede llegar a la mayoría de la gente de una ciudad en particular.

Entonces, ¿cómo se puede dar un testimonio más cabal? La experiencia de más de 50 años de los testigos de Jehová ha demostrado ampliamente que la respuesta es… VISITACIÓN REGULAR DE CASA EN CASA. Por eso, en las partes del mundo donde es posible predicar de casa en casa, todos los que están físicamente capacitados para participar en esa predicación ciertamente deben apartar tiempo para ella cada mes. La predicación de casa en casa continúa siendo el medio por el cual a miles y miles de personas se les presenta el mensaje de la Biblia y se les ayuda a llegar a ser discípulos de Jesucristo. Además, esto ayuda al Testigo fiel a cultivar y mantener la humildad según el modelo o patrón del Amo.—Juan 13:15, 16.

Todas las demás obras cristianas apropiadas, entre ellas la excelente conducta personal, dan sustancia a la obra vital de predicar y hacer discípulos. Prueban que el cristianismo verdadero conduce a una vida feliz, significativa y contenta hasta en este tiempo. Además, la obra de predicar y hacer discípulos muestra a otros que el que uno sea un buen empleado, un vecino dispuesto a ayudar y un esposo o padre amoroso, o una esposa o madre amorosa, tiene que atribuirse a la fe de uno en Dios.

Verdaderamente hay muchas obras cristianas apropiadas. Estas no son obras que se hagan con el fin de “ganarse” la recompensa de la vida, como si de ese modo Dios “nos la debiera” a nosotros. Más bien, son obras de fe, que prueban que uno cree que Jehová existe y que él recompensa o remunera a sus siervos. Si tenemos verdadera fe en Dios como recompensador, galardonador, debería ser posible que otros vieran nuestra fe en función por el hecho de que nos amoldamos a sus caminos y voluntad en toda nuestra conducta y porque proclamamos celosamente su mensaje a nuestro congénere. Cuando hay clara evidencia de estas obras apropiadas, la fe del cristiano no está muerta, sino viva, activa.

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